sábado, 4 de febrero de 2012

El comienzo

El espacio estaba tranquilo, más de lo habitual. Después de la turbulenta destrucción del crucero de pasajeros Lorum, con destino a Coruscant, era normal la repentina quietud en la que se había sumergido el espacio del desértico planeta de Alhana.
El mirador de la estación de bloqueo cedido gustosamente por la Federación de Comercio para los Separatistas servía para que dos figuras miraran a través del transpiacero cómo una nave caía hacia el único y árido planeta que había en muchos millones de kilómetros a la redonda.

Una figura, encapuchada en una larga capa de lino gris, contemplaba el único carguero ligero que había escapado del crucero Lorum. Allá iba el droide utilitario que tenía que recuperar y que era tan indispensable para que los Separatistas se hicieran con el sector Abrión sin que la República pudiera plantar lucha. Un chirrido siseó desde el fondo de la capucha, pues su fotorreceptor rojizo intentaba enfocar la nave que iba cayendo humeante. Los droides no habían conseguido destruir la nave, pero sí evitar que saltara al hiperespacio. El piloto había sido rápido y había desviado toda la potencia de la nave hacia los escudos deflectores traseros. Alguien tendría que bajar para recuperar o destruir al droide. No debía fallar al Conde Dooku, no podía tropezar nada más empezar...y menos por aquellos improvisados "héroes".

Un grito sacó a la figura encapuchada de sus reflexiones. Al fondo de la sala de reuniones, un transdoshano (una raza humanoide de rasgos reptilianos) aullaba de dolor cada cierto tiempo. Un droide médico ensamblaba un brazo mecanizado en el brazo amputado del alienígena, que le estaba uniendo los nervios con los receptores de impulsos del implante biotecnológico. Se había rasgado un uniforme militar y había dejado a un lado su capa y sus galones de líder y estratega del bando Separatista para poder estar cómodo. La figura encapuchada se giró al interior de la sala, disgustada por la interrupción de aquél inútil.

-No te va a doler tanto como el daño que te voy a causar si no interceptas el mensaje de ese droide, general Krun.

La figura alargó el brazo, la Fuerza entró en ella y salió de su puño cargada de un odio tan personal que podría tener vida propia. El general Krun comenzó a notar cómo gaznate se retorcía. El odio personificado le atoraba los pulmones y le privaba del aire.

-Li-Lian...me...aho-go.- articuló dolorosamente la criatura, dejando caer sus galones de general separatista de sus garras.

-¡No pronuncies ese nombre!-rugió la figura encapuchada cerrando aún más su puño.

Tras un repentino movimiento iracundo en la Fuerza, el general perdió el conocimiento. Deseaba acabar con su miserable vida.

-Por desgracia, tú vida pertenece al Conde. Qué pena.- dijo ella con una sonrisa triste mientras volvía a ver el paisaje espacial.

El general recuperó el conocimiento tras haberle sido insuflado oxígeno en su aparato respiratorio el droide sanitario que le asistía. El general se levantó dolorosamente, articulando su nuevo brazo de duracero.

-¿Qué haremos ahora, mi señora?

-El General Grievous te envió a que recuperaras el droide. Y el Conde me envió a mi para encargarme de que así lo hacías.

-¿Y si tan importante es por qué no se encarga el Gran General?

Ella le miró duramente con su fotorreceptor rojo, dejando una luz rojo sangre sobre su interlocutor.

-El General Grievous está sufriendo...una metamorfosis completa. No se dará a conocer a la República en varios meses. Pero...¿acaso estás dudando de tus órdenes?

-No, no...sabéis que no.- se disculpó con exagerada reverencia

-¿Qué excusas vas a presentar al informe que exige el Clan Bancario y la TecnoUnión? Tienen muchos planes para este sector.

-Mmm...-meditó el reptil-. No tengo la culpa. El plan se pretendía fácil. Perseguí al droide por todo el sector, disfrazado de refugiado de guerra para no llamar la atención a la República. Cuando descubrí que el droide se había colado en el crucero de pasajeros Lorum ordené que una de nuestras estaciones de combates ocultas sacara la nave del hiperespacio. La asaltábamos y destruíamos el droide con toda su tripulación como si fuera un accidente...Hasta subí personalmente al maldito crucero. Dirigíamos el crucero hacia uno de los soles y fingíamos que el crucero había sufrido un error fatal de cálculos. La República no sospecharía nada...un simple error de tráfico.

-Sacar la estación de combate de la Federación fue muy arriesgado, así como tu presencia en el crucero. La Confederación tiene órdenes claras de no mostrar ningún indicio de presencia en este sector...hasta que sea el momento. ¿Qué pasó?- dijo ella despectivamente, como si conociera el resto pero no los detalles.

-¡Alguien disparó mi cápsula de salvamento!- se excusó el general-. Tuve que escapar en cuanto me di cuenta de que habían sobrevivido unos cuatro o cinco supervivientes y estaban intentando salvar el pellejo. Perdí la maldita mano intentando escapar por el hueco del ascensor...-aulló con rencor-. Metieron las narices más de lo que debían...e incluso les intercepté como holograma para pagarles por su silencio. ¡¿Quién iba a imaginarse que la casualidad iba a hacer esos idiotas se encontraran con el droide y que la suerte les iba a permitir escapar?! ¡No fue culpa mía!

-La suerte y la coincidencia es solo una ilusión...- acabó por reflexionar interiormente ella sola, dejando el vaho de su respiración en el transpiacero del despacho.

-Y por todos los demonios...¡había dos Jedis en ese crucero!- gritaba. Cualquiera le hubiera perdonado su fracaso, porque eran de los que creían erróneamente que poco se podía hacer contra un jedi.

Pero ella sabía que los Jedi eran una farsa. Recordó que tenía a uno de ellos encerrado en el bloque prisión. Le faltaba por capturar su padawan, el bothan...

Siguió mirando el planeta desértico, como si pudiera encontrar la ahora minúscula nave que se estaba estrellando en su desierto. Notó que un montón de chatarra se acercaba y se giró 3 segundos antes para recibirla. La puerta se abrió y entró uno de esos droides de estructura esquelética y voz estúpida.

-Mi general, el escaner ha finalizado.

La sala se quedó en silencio. El transdoshano esperaba expectante fijando sus pupilas reptilianas sobre el droide. Al no continuar el droide entró en cólera, el suspense le estaba matando.

-¡Maldito montón de chatarra! ¡Informa de una vez!

El droide, asustado por el sobresalto (curioso programador el de estos droides de asalto) comenzó a andar y a cuadrarse delante de su señor.

-Sí, señor. Roger Roger...- dijo buscando la información en su procesador y dándose por enterada de la orden.- Se trata de un carguero ligero, llamado La Centella Estelar. Está a nombre de un tal Shaun, cuyas credenciales de tráfico hiperespacial les ha sido retiradas por pilotaje temerario por el gobierno de la República. Estaba destinado a Coruscant para ser juzgado. Se han detectado formas de vida en la nave. Varios humanos y un par de bothans.

-El droide va con ellos.- afirmó el oficial-. ¿Qué hacemos?

Ella reflexionó entornando los ojos, entrando de forma astral en la oscuridad del espacio.

-Si la República se entera de nuestra presencia aquí, la Confederación no tendrá oportunidad de hacerse con el sector Abrión si la República actúa rápido. Además...el droide tiene un mensaje que alertará de otros planes, seguramente lo habrán denominado código Bermellón. No podemos dejar que transmita ese mensaje, ni que alerten de nosotros. Además, conocen el verdadero motivo de la muerte de los cientos de pasajeros...saben que no fue un accidente. La imagen separatista no se puede perder tal pérdida de créditos en propaganda de guerra.

-¿Entonces...?

-Hay que...silenciarlos. A todos. No debe haber testigos de la masacre de la Confederación hacia unos civiles. Eso destruiría la imagen del bando Separatista.

-¿Señora...?

Ella sonrió mirando el planeta desértico. No irían demasiado lejos. Aquél trozo de roca en mitad del espacio iba a ser el escenario perfecto para jugar al gato y al ratón.
Se giró para mirar a su compañero y observó que el transdoshano manejaba su nuevo brazo de duracero con odio. Aquellos idiotas con su pequeña broma de lanzar su cápsula de salvamento le habían hecho perder el brazo.


- Tenemos que arreglarlo. Si lo haces serás llamado por tus hombres Krun Manohierro.

A el transdhosano pareció entusiasmarle la idea de convertirse en un brillante y despiadado general...Se levantó con decisión para encargarse personalmente de encontrar a aquellos idiotas que hasta dispararon a su holograma. Los cazaría bien, a los piratas informáticos, al jedi, al fugitivo...y por supuesto, al droide. Ella pareció ignorar sus pensamientos y se levantó, haciendo ademán de salir del despacho.

-Tengo que hablar con mi buen amigo Damal...el maestro del padawan bothan. Hacía mucho que no nos veíamos- añadió con una sonrisa maliciosa.

-¿Y qué hago con los testigos...? ¿Qué hago con los testigos que se han llevado el droide?

Ella ni se lo planteó. Sin ni siquiera mirarle, susurró ásperamente:

-Cázalos...

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